+ Julio Preciado nos puso a bailar
+ Una camioneta la que pagó el pato
+ Y con el Señor... lágrimas de emoción
Por Flavia Bustamante
Sí que hubo de todo en estas fiestas... Y por fin llegó el día de ver a Julio Preciado, fue la mejor excusa que tuve para calzarme las botas y bailar por primera vez este ritmo tan contagioso.
Apenas llegó mi esposo del trabajo nos fuimos caminando hasta la Expo. Ya había empezado a cantar el hombre y aún no habíamos entrado, pero desde antes de llegar a la zona del rodeo ya se podía ver la nube de polvo que levantaban los bailadores. Nos costó llegar lo más cerca posible y nos quedamos en un mini espacio que encontramos libre y bailamos entre la gente.
Se notaba que había gente experta haciendo unos pasos medio complicados que ni de casualidad me salían, pero creo que sólo es cuestión de práctica y tener algo de ritmo, porque lo que es mi marido... es medio pinocho, o mejor dicho, parece que es de madera para el baile, pero igual le pone ganas.
Estaba muy emocionada al verme rodeada de gente alegre y lamenté no tener un sombrero que tan bonito se les veía a las chicas de Tepa.
De vez en cuando a Julio Preciado le daba por cantar alguna canción romántica para que no sacudiéramos los pies y bajara un poco la polvareda, porque por momentos no se veía nada por la tierra.
Con la poca de fuerza que me quedaba en los pies pude llegar a mi casa y al día siguiente escuchaba entre mis parientes políticos decir que el castillo esto, que el castillo aquello, pero... ¿qué era eso del castillo?
Me lo explicaban pero no lo podía visualizar, hasta que vi a un costado del templo parroquial que estaban armando una estructura como de 15 metros de altura o más, no sé... sosteniendo unas ruedas para los fuegos artificiales que a esa hora no tenían ninguna forma en particular.
Desde en la mañana estuvieron armándolo, incluso hasta la hora que debía comenzar a arder seguían ultimando detalles. La Plaza de Armas y los alrededores estaban repletos de gente, algunos consiguieron lugares preferenciales en el kiosco, en los balcones de casas y bares, otros con sus banquitos se acomodaron desde temprano.
Los niños estaban alborotados, jugaban con espadas con luces, con globos y con otros inflables. Cualquier cosa nos llamaba la atención, como los globos que se les escapaban a los más distraídos y hasta unos murciélagos que pasaban por ahí.
Y en eso... que encienden uno de los fuegos artificiales que tenía un silbido muy fuerte y todos aplaudíamos porque era como la batiseñal.
El castillo tenía una rueda con forma de estrella que giraba, una mariposa multicolor, había figuras de Los Simpson y una cruz con la imagen de Cristo. Pero lo que me pareció más bonito fue que en una de las torres, en lo más alto había un pavo real todo iluminado que desplegó su cola.
Para terminar, y terminar es un decir porque siguieron como 20 minutos más de luces de bengala o cohetes que lanzaban desde el techo de la iglesia y reventaban en el cielo. Fue todo muy bonito.
Cuando estábamos a punto de irnos comenzaron a sonar las sirenas del camión de los bomberos -que muy apenas pudieron pasar entre tanta gente-, así que le dije a mi esposo que nos apuráramos porque quería ver hacía dónde iba. A dos cuadras de ahí ardía una camioneta y en segundos apagaron el fuego y pudo verse que prácticamente no había quedado nada del vehículo. No sólo yo era la curiosa, sino un montón más que tomaban fotos y comentaban el por qué pudo haber pasado eso.
Y con tantas cosas que había para ver o hacer en las fiestas, pensaba yo que el lunes sería el día de Vicente Fernández en el palenque, pero no, resultó que era el domingo y como a las 9 de la noche andábamos de visita en la casa de mi suegra. En eso que suena el teléfono y era mi cuñada preguntando que si no íbamos a ir al palenque, sin dudarlo dije que sí, me arreglé un poco y ahí vamos con el tal Ale.
Debíamos entrar cuanto antes porque eran en las gradas y los mejores lugares se ocupaban pronto. Cuando entramos no imaginé que fuera un lugar tan grande, así que todavía no estaba lleno por suerte. Yo que tanto quería ver una pelea de gallos... ahí me dieron para que tenga y guarde. Para ser sincera no me gustó ver que murieran los animales, pero así es esto...
Entre pelea y pelea hacían un bingo y así se nos hizo más corta la espera. No sé en qué momento se llenó aquello de gente, hasta en los pasillos -donde supuestamente no se podía estar- había espectadores. En cuestión de segundos barrieron la sangre de los pobres gallos y se acomodaron los músicos.
Bastó que Chente pusiera un pie en la arena para que comenzaran los gritos y aplausos. La gente lo recibió de pie y a las señoras se les quemaban la habas por saludarlo. Fue todo un show ver cómo damas de todas las edades le regalaban rosas, lo besaban o él las besaba; los hombres no lo besaban pero sí le invitaban un tequila y así se entonaba mejor.
Cantó más de tres horas así que pude por fin ver cumplido mi sueño de escuchar y ver a un artista mexicano de ese nivel y actuando en su tierra y rodeado de su gente. Sin palabras...
Ya el lunes era otro rollo, el religioso, la salida del Señor de la Misericordia. ¡Cuánta gente! -entre la que me cuento- esperó ese momento para saludarlo a su paso.
Preciosos los carros alegóricos, las bandas de guerra... La banda municipal entonaba una música que le ponía a uno la piel de gallina, podía verse a mucha gente emocionada y llorando.
Las campanas anunciaban que estaba próximo a pasar el Señor y yo me imaginaba que sería una imagen pequeña, pero no, resultó ser de un tamaño importante, apostado sobre un carro con muchísimas flores y a su paso la gente gritaba: ¡Viva!
Se terminaron las fiestas... pero pareciera que no porque en varios puestos instalados en las calles del centro hay pantallas donde pasan todas las imágenes grabadas en DVD, que muchos compran y se llevan de recuerdo, muchos, sobre todo aquellos que pasarán un año lejos de Tepa, hasta el siguiente abril.
+ Una camioneta la que pagó el pato
+ Y con el Señor... lágrimas de emoción
Por Flavia Bustamante
Sí que hubo de todo en estas fiestas... Y por fin llegó el día de ver a Julio Preciado, fue la mejor excusa que tuve para calzarme las botas y bailar por primera vez este ritmo tan contagioso.
Apenas llegó mi esposo del trabajo nos fuimos caminando hasta la Expo. Ya había empezado a cantar el hombre y aún no habíamos entrado, pero desde antes de llegar a la zona del rodeo ya se podía ver la nube de polvo que levantaban los bailadores. Nos costó llegar lo más cerca posible y nos quedamos en un mini espacio que encontramos libre y bailamos entre la gente.
Se notaba que había gente experta haciendo unos pasos medio complicados que ni de casualidad me salían, pero creo que sólo es cuestión de práctica y tener algo de ritmo, porque lo que es mi marido... es medio pinocho, o mejor dicho, parece que es de madera para el baile, pero igual le pone ganas.
Estaba muy emocionada al verme rodeada de gente alegre y lamenté no tener un sombrero que tan bonito se les veía a las chicas de Tepa.
De vez en cuando a Julio Preciado le daba por cantar alguna canción romántica para que no sacudiéramos los pies y bajara un poco la polvareda, porque por momentos no se veía nada por la tierra.
Con la poca de fuerza que me quedaba en los pies pude llegar a mi casa y al día siguiente escuchaba entre mis parientes políticos decir que el castillo esto, que el castillo aquello, pero... ¿qué era eso del castillo?
Me lo explicaban pero no lo podía visualizar, hasta que vi a un costado del templo parroquial que estaban armando una estructura como de 15 metros de altura o más, no sé... sosteniendo unas ruedas para los fuegos artificiales que a esa hora no tenían ninguna forma en particular.
Desde en la mañana estuvieron armándolo, incluso hasta la hora que debía comenzar a arder seguían ultimando detalles. La Plaza de Armas y los alrededores estaban repletos de gente, algunos consiguieron lugares preferenciales en el kiosco, en los balcones de casas y bares, otros con sus banquitos se acomodaron desde temprano.
Los niños estaban alborotados, jugaban con espadas con luces, con globos y con otros inflables. Cualquier cosa nos llamaba la atención, como los globos que se les escapaban a los más distraídos y hasta unos murciélagos que pasaban por ahí.
Y en eso... que encienden uno de los fuegos artificiales que tenía un silbido muy fuerte y todos aplaudíamos porque era como la batiseñal.
El castillo tenía una rueda con forma de estrella que giraba, una mariposa multicolor, había figuras de Los Simpson y una cruz con la imagen de Cristo. Pero lo que me pareció más bonito fue que en una de las torres, en lo más alto había un pavo real todo iluminado que desplegó su cola.
Para terminar, y terminar es un decir porque siguieron como 20 minutos más de luces de bengala o cohetes que lanzaban desde el techo de la iglesia y reventaban en el cielo. Fue todo muy bonito.
Cuando estábamos a punto de irnos comenzaron a sonar las sirenas del camión de los bomberos -que muy apenas pudieron pasar entre tanta gente-, así que le dije a mi esposo que nos apuráramos porque quería ver hacía dónde iba. A dos cuadras de ahí ardía una camioneta y en segundos apagaron el fuego y pudo verse que prácticamente no había quedado nada del vehículo. No sólo yo era la curiosa, sino un montón más que tomaban fotos y comentaban el por qué pudo haber pasado eso.
Y con tantas cosas que había para ver o hacer en las fiestas, pensaba yo que el lunes sería el día de Vicente Fernández en el palenque, pero no, resultó que era el domingo y como a las 9 de la noche andábamos de visita en la casa de mi suegra. En eso que suena el teléfono y era mi cuñada preguntando que si no íbamos a ir al palenque, sin dudarlo dije que sí, me arreglé un poco y ahí vamos con el tal Ale.
Debíamos entrar cuanto antes porque eran en las gradas y los mejores lugares se ocupaban pronto. Cuando entramos no imaginé que fuera un lugar tan grande, así que todavía no estaba lleno por suerte. Yo que tanto quería ver una pelea de gallos... ahí me dieron para que tenga y guarde. Para ser sincera no me gustó ver que murieran los animales, pero así es esto...
Entre pelea y pelea hacían un bingo y así se nos hizo más corta la espera. No sé en qué momento se llenó aquello de gente, hasta en los pasillos -donde supuestamente no se podía estar- había espectadores. En cuestión de segundos barrieron la sangre de los pobres gallos y se acomodaron los músicos.
Bastó que Chente pusiera un pie en la arena para que comenzaran los gritos y aplausos. La gente lo recibió de pie y a las señoras se les quemaban la habas por saludarlo. Fue todo un show ver cómo damas de todas las edades le regalaban rosas, lo besaban o él las besaba; los hombres no lo besaban pero sí le invitaban un tequila y así se entonaba mejor.
Cantó más de tres horas así que pude por fin ver cumplido mi sueño de escuchar y ver a un artista mexicano de ese nivel y actuando en su tierra y rodeado de su gente. Sin palabras...
Ya el lunes era otro rollo, el religioso, la salida del Señor de la Misericordia. ¡Cuánta gente! -entre la que me cuento- esperó ese momento para saludarlo a su paso.
Preciosos los carros alegóricos, las bandas de guerra... La banda municipal entonaba una música que le ponía a uno la piel de gallina, podía verse a mucha gente emocionada y llorando.
Las campanas anunciaban que estaba próximo a pasar el Señor y yo me imaginaba que sería una imagen pequeña, pero no, resultó ser de un tamaño importante, apostado sobre un carro con muchísimas flores y a su paso la gente gritaba: ¡Viva!
Se terminaron las fiestas... pero pareciera que no porque en varios puestos instalados en las calles del centro hay pantallas donde pasan todas las imágenes grabadas en DVD, que muchos compran y se llevan de recuerdo, muchos, sobre todo aquellos que pasarán un año lejos de Tepa, hasta el siguiente abril.